¿Alguna vez te has preguntado si hay similitudes entre el trabajo de un ortodoncista y el mito de Sísifo, el héroe condenado a empujar una roca cuesta arriba eternamente? A primera vista, puede que no veas una conexión, pero si profundizamos un poco, encontrarás una curiosa analogía que nos lleva al corazón de la filosofía del absurdo.
Los ortodoncistas, como profesionales dedicados a enderezar sonrisas y corregir maloclusiones dentales, compartimos algo con Sísifo que va más allá de la apariencia. Cuando completamos un tratamiento, logramos una alineación casi perfecta de los dientes. Sin embargo, aquí es donde comienza la extraña similitud con el mito de Sísifo.
Los dientes humanos, como si tuvieran su propia voluntad, tienden a moverse con el tiempo. Esa hermosa sonrisa que como ortodoncistas perfeccionamos durante meses o incluso años no permanece igual. Los dientes, cual roca gigante, comienzan a moverse nuevamente, como si se burlaran del esfuerzo previo.
¿No es esto una especie de condena similar a la de Sísifo? El ortodoncista, al igual que el héroe mítico, enfrenta una tarea aparentemente sin fin. Empuja los dientes cuesta arriba, logra la perfección y luego, una y otra vez, ve cómo esa perfección se desmorona con el tiempo.
Pero aquí es donde la analogía se vuelve intrigante. A pesar de la aparente absurdez de esta tarea, el ortodoncista no se rinde ni se desanima. Al igual que Sísifo, encuentra significado y pasión en su trabajo, no en el resultado final eterno, sino en el acto mismo de mejorar las sonrisas y la calidad de vida de sus pacientes.
En este sentido, el ortodoncista abraza la filosofía del absurdo, reconocida por el filósofo Albert Camus. La vida, según Camus, es inherentemente absurda, pero en ese absurdo, podemos encontrar una profunda satisfacción al vivirla con autenticidad y pasión. El ortodoncista, al enfrentar la aparente futilidad de su tarea, encuentra felicidad en el proceso, en cada sonrisa transformada, en cada pequeño logro.
Así que, al igual que Sísifo, el ortodoncista continúa empujando la roca dental cuesta arriba, sabiendo que nunca llegará al final definitivo. Pero a diferencia de Sísifo, no lo hace con resignación, sino con una sonrisa en el rostro, consciente de que su verdadera recompensa es la pasión que encuentra en la práctica de su arte.
En última instancia, el ortodoncista y Sísifo pueden enseñarnos una lección valiosa: la vida puede ser absurda y desafiante, pero la pasión, el compromiso y la autenticidad con los que enfrentamos nuestras tareas pueden convertir lo absurdo en algo significativo y, en última instancia, en una fuente de felicidad.
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