Las clasificaciones son herramientas que los humanos utilizamos para organizar, entender y manejar el mundo que nos rodea. Desde la antigüedad, hemos creado sistemas que nos permiten categorizar todo, desde los seres vivos hasta los fenómenos naturales. En el ámbito científico, estas clasificaciones tienen el propósito de describir, predecir y tratar problemas específicos de manera sistemática. Un ejemplo de esto en ortodoncia es la clasificación de maloclusiones desarrollada por Edward Angle a fines del siglo XIX, la cual se basa en la relación de los molares y las estructuras faciales.
Sin embargo, las clasificaciones científicas, aunque fundamentadas en observaciones empíricas y diseñadas para ser lo más objetivas posible, no están completamente libres de influencias culturales, históricas y sociales. Son construcciones humanas que reflejan tanto nuestra comprensión del mundo como las limitaciones de nuestra percepción y los valores de la sociedad en la que se desarrollan.
El catálogo onírico de Borges
En su obra Otras Inquisiciones, Jorge Luis Borges nos muestra que las categorías no son más que construcciones mentales que, aunque útiles, pueden ser arbitrarias e incluso absurdas. Borges desafía la lógica con su "Emporio celestial de conocimientos benévolos", una clasificación ficticia que mezcla lo fantástico con lo absurdo, sugiriendo que nuestras formas de organizar el mundo pueden estar tan basadas en la convención como en la lógica.
Inspirados por esta visión, hemos imaginado una clasificación ortodóntica completamente diferente, donde las maloclusiones no responden a criterios clínicos, sino a lo fantástico y lo onírico. En el Gran catálogo onírico de maloclusiones insólitas, encontramos dientes que "deciden escapar del rostro", maloclusiones que "solo existen cuando se miran de reojo" y pacientes cuyos dientes "adoptan la geometría no euclidiana". Estas categorías no buscan la corrección de una patología, sino que nos invitan a jugar con la imaginación y el absurdo, mostrando que las clasificaciones pueden ser tan variadas como lo permita nuestra creatividad.
La ciencia como constructo cultural
El puente entre la clasificación científica y la literaria reside en el hecho de que ambas son, en última instancia, constructos humanos. La clasificación ortodóntica que propone un enfoque multidimensional refleja el avance de la ciencia y la medicina, que hoy en día reconoce la importancia de la personalización del tratamiento y la consideración del bienestar integral del paciente. No debemos perder de vista que estas clasificaciones están influenciadas por los valores culturales, las expectativas sociales y las normativas científicas de su época.
Por ejemplo, en la ortodoncia, la "oclusión perfecta" está en gran medida influenciada por estándares estéticos y culturales. Lo que se considera una sonrisa ideal puede variar entre culturas y a lo largo del tiempo. De hecho, muchos pacientes buscan tratamientos ortodónticos por razones estéticas, influenciados por los ideales de belleza que prevalecen en su sociedad. Así, la ciencia, aunque basada en el empirismo, no está libre de influencias culturales.
Del mismo modo, la clasificación onírica que imaginamos inspirados en Borges subraya la arbitrariedad de las clasificaciones. Al igual que Borges utiliza el humor y lo fantástico para desmantelar las estructuras rígidas del conocimiento, la ortodoncia imaginaria nos invita a considerar que nuestras categorías, por muy precisas que parezcan, son construcciones mentales que podrían organizarse de maneras completamente diferentes. La ciencia, en este sentido, no es una verdad objetiva e inmutable, sino una forma de narrativa que refleja nuestros intentos de hacer comprensible un mundo complejo.
Las clasificaciones como reflejo de la complejidad humana
El hecho de que podamos proponer tanto una clasificación científica como una fantástica en el mismo ámbito (la ortodoncia) muestra la dualidad de la mente humana. Somos capaces de analizar el mundo desde la racionalidad y la lógica, pero también desde la imaginación y lo absurdo. Ambas perspectivas nos permiten acercarnos a una comprensión más profunda del mundo, una que no se limite solo a la observación empírica, sino que también considere la subjetividad y el misterio.
En el ámbito clínico, la clasificación ortodóntica multidimensional ofrece un enfoque más completo y adaptable, que permite tratar al paciente como un individuo con necesidades específicas, más allá de una simple relación molar o esquelética. Por otro lado, la clasificación onírica, con su juego literario, nos recuerda que las categorías no siempre son perfectas ni inmutables, sino que pueden ser flexibles y, a veces, incluso inútiles fuera de su contexto. Esta visión nos anima a ser más críticos y reflexivos acerca de los sistemas que utilizamos para organizar y entender el mundo.
La importancia de las clasificaciones
Las clasificaciones son necesarias porque nos ayudan a estructurar el conocimiento y a comunicar ideas complejas de manera comprensible. Sin ellas, sería mucho más difícil manejar la inmensa cantidad de información que enfrentamos en todas las áreas del saber, desde la biología hasta la ortodoncia. Sin embargo, al mismo tiempo, debemos recordar que las clasificaciones no son verdades absolutas, sino herramientas que pueden y deben revisarse, ajustarse o incluso abandonarse si dejan de ser útiles o revelan sesgos.
En el caso de la ortodoncia, por ejemplo, la clasificación de Angle sigue siendo una referencia importante, pero su uso aislado podría dejar fuera aspectos importantes del tratamiento que hemos identificado con otra posible clasificación multidimensional. De igual manera, las categorías de Borges nos muestran que el afán por clasificar puede, en algunos casos, llevarnos al absurdo, y que el conocimiento siempre tiene un componente interpretativo y subjetivo.
Tanto la ciencia como la literatura nos permiten explorar y comprender el mundo, aunque lo hagan desde ángulos diferentes. La ciencia, con su rigor y precisión, nos ofrece soluciones prácticas y aplicables, mientras que la literatura, con su flexibilidad y capacidad de imaginar lo imposible, nos abre las puertas a realidades alternativas. La propuesta ortodóntica multidimensional busca mejorar el diagnóstico y tratamiento de los pacientes, mientras que la clasificación onírica, al estilo de Borges, nos invita a cuestionar las mismas bases de nuestras categorizaciones.
Al final, ambas perspectivas nos enriquecen y nos enseñan algo fundamental sobre la condición humana: vivimos en un mundo complejo, lleno de variables y fenómenos que a menudo escaparán a nuestras categorías. La ciencia es una herramienta poderosa para ordenar este caos, pero también lo es la imaginación, que nos recuerda que, más allá de la lógica y la razón, siempre hay lugar para lo impredecible y lo inexplicable.
En resumen, tanto la clasificación científica como la clasificación onírica nos muestran diferentes formas de abordar un mismo problema, demostrando que, como humanos, nuestra comprensión del mundo es, en última instancia, un acto de creación mental que puede seguir las reglas de la razón o de la fantasía. Ambos enfoques son válidos y nos invitan a seguir explorando el vasto territorio del conocimiento y la imaginación.
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